lunes, 31 de octubre de 2016

CONVICTA

      Kel y Dax, recolectores de chatarra de profesión, habían interceptado la llamada de auxilio de una nave varada en el espacio. Eran incapaces de desperdiciar cualquier oportunidad que le brindase el azar para hacer fortuna, por lo que ahora se hallaban intentando abrir el único compartimento de la nave que registraba energía con un soplete de plasma mientras llevaban un traje parecido a una segunda piel hecha a partir de una servoarmadura ligera. Las pesadas botas poseían unas suelas magnéticas que permitieron el avance al interior de la estancia una vez vaciado la atmósfera de su interior.

     Su sorpresa fue una decepción expresada en mordaces comentarios cuando vieron que no había nada a su alrededor a excepción de una cápsula de hibernación todavía operativa que mantenía con vida a alguien en su interior. Un transporte de prisioneros. Decidieron intentar el cobro una recompensa por la mercancía a la Federación. Así que de esta forma la subieron al “Carroñero”.

      Una vez depositada en la bahía de carga, la cápsula se abrió por accidente dejando ver a una joven veinteañera, vestía corset y pantalón largo, de piel blanca como la porcelana contrastando fuertemente con su pelo azul metálico a la altura del cuello tapando un tatuaje de androide en el cuello y una desconcertante mirada heterocromática.

     Sin duda lo que les llamó la atención fue su robótico brazo derecho equipado con una escopeta, pues es lo último que vieron, con cálculo preciso y súbita rapidez un impacto abrió un agujero en el pecho a Dax, tiñiendo la pared con su sangre, sin que Kel tuviera la oportunidad de reaccionar. De manera instintiva se tiró al suelo, pero no le sirvió de nada, aquella muchacha caminaba hacia él muy despacio con la fría calma de un asesino en serie. Entre súplicas y sollozos puso la boca del cañón frente a su cara y convirtió su cabeza en una masa pulposa.


     La situación invitaba a escapar. Bonnie Rex era libre. 

domingo, 23 de octubre de 2016

domingo, 9 de octubre de 2016

INVITACIÓN

  Las calles resultan duras y solitarias durante las Noches Finales. Hace un par de días abandoné a Mónica, desde entonces he estado vagando por los rincones de La Línea de la Concepción. Me resguardo del sol en el sótano de un edificio en construcción en la calle Parques, gracias a la crisis financiera parece un discreto refugio temporal. Siempre se me dio bien ir por mi cuenta.

  O eso creía yo. Cuando se tiene tanto tiempo que gastar lo único que puedes hacer es salir a relacionarte con el vecindario. Te pasas por Cruz Herrera e intentas socializar lo más posible por todos los pubs para conocer la ciudad y saber si molestas a alguien con tu presencia, es pura cortesía.

  Y la conocí, una morena con sensuales labios carnosos y de ojos esmeraldas que posaban su mirada mientras me inducía al delirio con su contoneo al ritmo de D&B. Era una declaración. Sus espasmódicos movientos hacían que la bestia interior se agitase, los desesperados susurros de súplica se tornaron en desfogados gritos de ansia por satisfacer la sed, no logré mantener la compostura.

  Después de varias copas y una conversación coqueta me insinuó continuar la fiesta en su piso. La rodeé con el brazo y salimos del garito. Cada paso que dábamos era una prueba de resistencia. Sentía su sangre latir con fuerza a través de sus venas impulsada por el acelerado ritmo cardíaco producto del efecto de algún tripi. Anhelaba sorber el líquido de gusto metálico tanto como un recién nacido desea ser amamantado, y de paso colocarme para olvidar, por lo que ya suficientemente apartados del centro pude conducirla a un íntimo callejón.

   El amago del primer beso llevó a un frenesí mientras bajaban por su palpitante garganta, centrado en ella, mis colmillos desenfundaron con el sonido de una navaja automática. Mordí tan fuerte que noté al instante el cálido brotar carmesí por su cuello, entretanto la chica intentaba comprender su mortal situación. Bebí hasta que noté que su fuerza vital se agotaba, una parte de mí quería parar por compasión pero otra sólo quería continuar.

  Estoy arrodillado en el suelo contemplando lleno de arrepentimiento un cuerpo sin vida al que le arrebaté toda su vitae. A veces me pregunto por qué transito este condenado camino, siempre que necesito saciarme siento que algo muere dentro de mí al tiempo la susurrante voz tentadora se fortalece.


   La pequeña sombra interrumpía estos recuerdos en el maliluminado lugar. Era una alimaña gris de viscosa cola rosada portando un minúsculo sobre de papel. Un aviso o una invitación, en cualquier caso, alguien se había sentido ofendido en su territorio. Se lo quité de sus fauces lanzando un suspiro de angustia, sucumbí a mis profundos instintos irracionales y me lo iban a hacer pagar muy caro.

domingo, 2 de octubre de 2016

LA MASCOTA

     Tengo a un muerto viviente como mascota en el sótano, el Gobierno me lo dio. Se llama Sujeto-en-prácticas pero todos lo llamamos Jeto. Le mola la carne de chicas malas por eso le apodan el “terror de las nenas”. Viste de forma harapienta, un roído pantalón vaquero y una camiseta negra agujereada con un logo serigrafiado. Tiene un pie torcido y le falta la mitad del brazo derecho hasta la altura del codo, parte del torso lo tiene abierto por varias mordeduras lo que lleva a apreciar su saliente caja torácica; su cara es un reflejo de lo que en su día fue, ahora conserva una piel marchita con restos de sangre coagulada y tierra. Como si de un gato se tratara odia bañarse, mejor dicho odia el agua. Me costó mucho esfuerzo y la vida de mi primo segundo hacer que se tomara su primer baño, aun así sigue oliendo condenadamente mal.
    Obviamente mi familia lo sabe aunque al principio traté de ocultarlo lo mejor posible, no es fácil tener a un reanimado como un animal de compañía. Mamá trató de darle de comer y casi ella pasa a ser primer plato si no fuera porque yo bajé al ver que ella no estaba en la casa y gracias a las luces de la escalera del sótano que me orientaron hacia ella, luego tuve que cortarle la mano para salvarla, ya que Jeto le había arrancado un dedo de cuajo. Papá se cabreó más aún que mi hermana Anita, y eso que son de carácter tranquilo. Cuando se enteró de que hacía medio mes que lo tenía se puso hecho una fiera, empezó a gritar y a romper cosas, me amenazó con echarme a la calle si no me deshacía de él. Yo no pude hacerle entrar en razón pero Jack Daniel’s y su botella lo hicieron. Anita fue otro tema. Ella creía que eso era algo que iba en contra de todas las leyes de la naturaleza. Pero joder él es real, muerto pero vivo. Me dio el coñazo varias semanas para hacer pruebas “empíricas” y dictaminar lo que yo ya aceptaba, aun me acuerdo de cómo estuvo un tiempo frente a él y un micrófono esperando a que hablara, ese día salí del sótano riéndome a lágrima viva.
     Ya superado lo que significa tener un muerto viviente como mascota todos lo quieren sacar una vez a la semana para que se coma una ardilla mientras aterroriza con su presencia a los niños del parque, especialmente mi hermana. Ahora papá le ve utilidad como guardián de la casa, porque se lo lanza a los acreedores cuando vienen a cobrar o a los Testigos de Jehová cuando vienen a predicar, mamá lo usa para deshacerse de los vendedores a domicilio y más de uno se ha meado encima al verle. En cuanto al Gobierno, ellos me lo confiaron porque nadie cree en la palabra de un teórico de la conspiración.