domingo, 9 de octubre de 2016

INVITACIÓN

  Las calles resultan duras y solitarias durante las Noches Finales. Hace un par de días abandoné a Mónica, desde entonces he estado vagando por los rincones de La Línea de la Concepción. Me resguardo del sol en el sótano de un edificio en construcción en la calle Parques, gracias a la crisis financiera parece un discreto refugio temporal. Siempre se me dio bien ir por mi cuenta.

  O eso creía yo. Cuando se tiene tanto tiempo que gastar lo único que puedes hacer es salir a relacionarte con el vecindario. Te pasas por Cruz Herrera e intentas socializar lo más posible por todos los pubs para conocer la ciudad y saber si molestas a alguien con tu presencia, es pura cortesía.

  Y la conocí, una morena con sensuales labios carnosos y de ojos esmeraldas que posaban su mirada mientras me inducía al delirio con su contoneo al ritmo de D&B. Era una declaración. Sus espasmódicos movientos hacían que la bestia interior se agitase, los desesperados susurros de súplica se tornaron en desfogados gritos de ansia por satisfacer la sed, no logré mantener la compostura.

  Después de varias copas y una conversación coqueta me insinuó continuar la fiesta en su piso. La rodeé con el brazo y salimos del garito. Cada paso que dábamos era una prueba de resistencia. Sentía su sangre latir con fuerza a través de sus venas impulsada por el acelerado ritmo cardíaco producto del efecto de algún tripi. Anhelaba sorber el líquido de gusto metálico tanto como un recién nacido desea ser amamantado, y de paso colocarme para olvidar, por lo que ya suficientemente apartados del centro pude conducirla a un íntimo callejón.

   El amago del primer beso llevó a un frenesí mientras bajaban por su palpitante garganta, centrado en ella, mis colmillos desenfundaron con el sonido de una navaja automática. Mordí tan fuerte que noté al instante el cálido brotar carmesí por su cuello, entretanto la chica intentaba comprender su mortal situación. Bebí hasta que noté que su fuerza vital se agotaba, una parte de mí quería parar por compasión pero otra sólo quería continuar.

  Estoy arrodillado en el suelo contemplando lleno de arrepentimiento un cuerpo sin vida al que le arrebaté toda su vitae. A veces me pregunto por qué transito este condenado camino, siempre que necesito saciarme siento que algo muere dentro de mí al tiempo la susurrante voz tentadora se fortalece.


   La pequeña sombra interrumpía estos recuerdos en el maliluminado lugar. Era una alimaña gris de viscosa cola rosada portando un minúsculo sobre de papel. Un aviso o una invitación, en cualquier caso, alguien se había sentido ofendido en su territorio. Se lo quité de sus fauces lanzando un suspiro de angustia, sucumbí a mis profundos instintos irracionales y me lo iban a hacer pagar muy caro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario